En el centro-sur de Portugal se halla su región más grande y pródiga, ocupando la tercera parte del país, el Alentejo (Além do Tejo: allende el Tajo), una tierra fértil con campos ondulantes llenos de alcornoques, olivos y viñedos. Debido a sus importantes yacimientos de mármol, las ciudades de Estremoz, Vila Viçosa y Borba (El Camino Blanco) son, después de Carrara, las mayores productoras del mundo de mármol (el oro blanco). Cercanas a La Raya, la franja fronteriza con España, sus canteras se hallan en un área de apenas treinta kilómetros.

 

Estremoz, a 40 kms de Badajoz, es conocida como Ciudad Blanca por la profusión del mármol que le otorga un brillo especial. Está rodeada por una muralla y dominada por la silueta de un castillo medieval del siglo XIII. En su parte alta, la más antigua, sus callejuelas y plazas se adornan con hileras de naranjos y entre sus casas encaladas, sus palacios y monumentos de estilo gótico y manuelino, se encuentra la calle de los Alfareros con sus escalones, también de mármol, adornados por geranios. Su Museo Municipal recrea una tradicional casa alentejana con un mimado mobiliario pintado a mano; la sala superior (del siglo XVI) está frente a la torre del castillo (la de las tres coronas) y expone mármol tallado, cerámica, artículos de corcho… En uno de sus patios hay un taller de alfareros en funcionamiento realizando los famosos bonecos.

 

Se llaman bonecos a unas figuritas de barro que forman parte de su identidad cultural. Existen unos cien modelos, todos diferentes, aunque se siguen inventando temas nuevos relacionados con la vida rural y urbana del Alentejo. La habilidad de las manos de boniqueiras y barristas dan vida a estos muñecos emblemáticos que, con sus colores vivos y formas únicas, son muy fáciles de reconocer, pues representan elementos naturales, tradicionales, devociones populares y típicos eventos locales.

 

Esta fabricación artesanal fue inscrita en 2017 en la Lista Representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad de la UNESCO, ya que se trata de un arte tradicional cuyos orígenes se remontan al siglo XVII y está muy vinculado a la región a la que pertenece, el Alentejo. Tanto los artesanos como el Centro para la Valorización y Salvaguardia de los Bonecos de Estremoz organizan talleres de educación informal y adoptan iniciativas pedagógicas que garantizan la viabilidad y el reconocimiento de la importancia de este elemento del patrimonio cultural.

 

Ya a partir del siglo XVI, los barros de Estremoz ganaron un importante prestigio. Su pieza central, el bucarinho (búcaro), era un recipiente de cerámica muy fina hecha con arcillas muy suaves a las que añadían especias, saborizantes y perfumes antes de su moldeado y horneado, por lo que era muy apreciado por las damas europeas debido a la frescura y el sabor que proporcionaba al agua. En las Meninas, una de ellas ofrece un bucarinho rojo a la princesa Margarita de Austria. También gozaron de mucha fama los ganchos para hacer elaborar encaje o tejer calcetín.

 

El hacer los bonecos de barro surgió de la necesidad espiritual del pueblo de tener santos en casa y no poder adquirir los de madera por su elevado coste. Fueron las mujeres las pioneras de esta artesanía popular a partir del siglo XVII y comenzaron por las figuritas de Nossa Senhora da Conceiçäo y Santo António. Primero, moldeaban a mano las miniaturas en abundante barro gordo, elaborando el tronco y las extremidades por separado para unirlas más tarde con la cabeza, que sí se obtenía a través de un molde; después lo metían en el horno y una vez secos los pintaban y daban barniz incoloro. En el siglo XVIII, las boniqueiras tuvieron que luchar mucho para defender esta tradición y mantener su oficio.

 

La forma de elaboración se mantiene desde sus orígenes y podemos disfrutar de oficios populares o fiestas paganas como el carnaval, El Amor Ciego (mujer con los ojos tapados), la Primavera (mujer con corona floral), la Reina Isabel (que llegó a convertir el pan en rosas) y figuritas con la tez de color negro debido a que sus latifundios los trabajaban los esclavos de las colonias lusas.

 

Pero quizá la mayor fama se la den sus Presépios (Pesebres), uno de los cuales lo podremos apreciar durante estas Navidades en las Cocheras del Rey (San Lorenzo de El Escorial).

 

Amparo Ruiz Palazuelos

www.luzyarte.net

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

           

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